El reloj de la Puerta del Sol es uno de los símbolos más característicos de Madrid. Todos los visitantes de la ciudad quieren pasar a verlo y los madrileños frecuentan sus inmediaciones en distintas fechas, especialmente en Nochevieja.
El famoso reloj culmina la Casa de Correos, el edificio más imponente de la plaza. Está alojado en un torreón con templete que se construyó expresamente para dar cabida a sus mecanismos y a las esferas que indican la hora a los transeúntes.
El reloj de la Puerta del Sol es famoso por las campanadas de Nochevieja. Pero en su larga historia ha dado lugar a algunas anécdotas interesantes. Aquí van las tres más curiosas.
El primer reloj de la Puerta del Sol estaba en otro lado
Originalmente, cuando la plaza tenía otra configuración, había un reloj en el lado este, en la fachada de la iglesia del Buen Suceso. Es decir, donde hoy está la tienda Apple. Era la segunda mitad del siglo XVIII y el reloj contaba con una sola manecilla.
Pero este reloj era tan impuntual, fallaba tan a menudo, que los madrileños no podían fiarse de él. La prensa, ya en el siglo XIX, recogía las protestas de los ciudadanos que clamaban por un reloj nuevo y más fiable.
Finalmente, en 1848, se encargó un nuevo mecanismo para el reloj. Además, se instalaron luces para que la esfera fuera visible por las noches. Pero el reloj seguía fallando y en la prensa aparecían chistes a su costa.
El segundo reloj de la Puerta del Sol se instaló en la Casa de Correos
Cuando en 1854 se derribó la iglesia del Buen Suceso (en su lugar se levantaría el Hotel París y hoy la tienda Apple) se decidió que en la plaza debía seguir habiendo un reloj y se instaló uno nuevo. El emplazamiento elegido esta vez fue la Casa de Correos, que entonces era la sede del Ministerio de Gobernación.
Este nuevo reloj tenía tres esferas y dos manecillas, y de él se esperaba una puntualidad acorde con los tiempos. Su instalación levantó mucha expectación, más que nada por ver si de verdad funcionaba correctamente.
Pero tampoco este reloj resultó fiable. Cada una de las esferas ofrecía una hora diferente, de modo que el chiste de entonces decía que era capaz de contentar a todos a la vez: si no te gustaba una hora podías elegir otra.
Se hicieron reformas coincidiendo con la reconstrucción de parte de la plaza. Pero el reloj seguía fallando y dio lugar a un nuevo chascarrillo:
Este reló fatal
que hay en la Puerta del Sol,
dijo un turco a un español,
¿por qué anda siempre tan mal?
El turco, con desparpajo,
contestó cual perro viejo:
este reló es el espejo
del Gobierno que hay debajo.
El reloj actual de la Puerta del Sol fue un regalo del relojero Losada
Viendo que un reloj tan importante en Madrid funcionaba tan mal, el relojero José Rodríguez Conejero, más conocido como Losada por el lugar leonés de su nacimiento, concibió un nuevo reloj durante una visita a la capital.
Losada era un maestro relojero afincado en Londres que había realizado diversos encargos para instituciones españolas. Tardó tres años en construir el reloj en Londres y a su término lo donó al pueblo de Madrid. Finalmente fue inaugurado en 1866 con la presencia de la reina Isabel II. El reloj ya ha sobrepasado, por tanto, los 150 años de vida.
Desde entonces el reloj de la Puerta del Sol ha funcionado correctamente y ha sido testigo de algunas anécdotas. Por ejemplo ciertos desajustes en su mecanismo que han sido solventados sin problemas, o el impacto de un obús durante la Guerra Civil en una de sus esferas.
Desde principios de siglo XX existe la tradición en España de comer doce uvas coincidiendo con la medianoche del 31 de diciembre. El reloj de la Puerta del Sol es el encargado de marcar el ritmo con sus campanadas. Y parece ser bastante puntual.
Extra: la tradición de las uvas
En la plaza se reúnen decenas de miles de personas para cumplir con la tradición y desde ahí comenzar la fiesta de Nochevieja. Las cadenas de televisión emiten el momento para que toda España pueda seguirlo igualmente.
Pero, ¿de dónde viene esta tradición? Se dice que en 1909 hubo un excedente de uvas y cuando llegaba fin de año había tal cantidad sobrante que los agricultores regalaron un racimo a todos los paseantes de la Puerta del Sol. Alguien tuvo la idea de comer una uva con cada campanada y así empezó la costumbre.
Sin embargo no es seguro que éste sea el origen de la tradición. Hay quien la sitúa un poco antes, en los años 90 del siglo XIX, como un hábito importado de Francia donde se celebraba el año nuevo con uvas y champán. No sería de extrañar que las dos teorías sean ciertas.
En el mapa Qué ver en Madrid en 10 pasos se señala con el número 1 la Puerta del Sol.
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