Lo primero que llama la atención del restaurante Samarkanda es el nombre. La capital de Uzbekistán evoca la ruta de la seda, que hace 2.000 años ya enlazaba Asia con el Mediterráneo.
En Madrid, Samarkanda ya es, primero que nada, el restaurante. Porque lleva en su ubicación unos cuantos años y se ha hecho con un nombre gastronómico en la ciudad.
De hecho, su principal valor es la excepcional ubicación dentro de la Estación de Atocha. Desde su terraza se contempla el jardín tropical de la estación, un lugar de lo más apacible para los viajeros y para los visitantes.
Comer en Samarkanda
El Samarkanda es un restaurante de “cocina tradicional renovada”, que es como lo llaman ellos. Al interés de comer en un lugar especial, por la decoración y el entorno, se suma la expectativa que genera la carta.
Y es que cuando la abres, ves un montón de platos apetecibles. Quizá sea por sus nombres largos, con frases explicativas muy escogidas. Tiene todo tan buena pinta que, antes de ver los platos, piensas que vas a comer de lujo. Que pidas lo que pidas, no te vas a equivocar.
Además, es un establecimiento de precio medio alto, unos 35€ por persona. Y eso invita a pensar que todo lo que salga de esa cocina tendrá un toque exquisito. Pero no nos lo pareció, al menos en los platos que pedimos.
Suena muy bien “Tomate Samarkanda relleno con mousse de ventresca y salmorejo de albahaca”. Y luego el plato no está mal, pero no tan rico como pensabas. Simplemente un tomate con atún.
Tenía que haber pedido el cachopo
En general, es lo que nos pasó con la comida del Samarkanda. Nos generó unas expectativas muy altas, por opiniones previas y por la carta, y luego no se cumplieron. Se come bien, no se puede negar, pero ya digo, no para escribir a casa.
Otras cosas que probamos. “Jarrete de cordero en su jugo, a baja temperatura con verduras de temporada”. Vale, bien, correcto, lo que dice el texto. Pero uno no se enamora del jarrete de cordero cuando prueba éste. Ni de las verduras. Pasó por nuestro lado el “Cachopo de ternera blanca con su salteado de patatas y pimientos” y pensé que me habría gustado más.
“Pollo de corral relleno de espinacas y queso azul sobre cama de trigo y maíz”. Bien, rico, quizá lo mejor del día, aunque sin alharacas. Eso sí, la presentación bastante cuidada, tanto el pollo como el jarrete. Y en general de todos los platos.
En cuanto a los postres, tienen un detalle muy bueno. Y es que te pasan una bandeja para que los veas tú mismo y elijas, aconsejado por el camarero. Una vez elegido te traen otro, claro, no el de la bandeja. Rico el coulant de chocolate, rico el vasito de mango, correctos, en la línea de la comida.
Samarkanda Gin Club
Aunque no me parece que destaque por la excelencia en la comida, Samarkanda es un buen lugar para ir a comer. Y a tomar un coctel a media tarde, unas cervezas después del trabajo o en cualquier momento improvisado.
Porque abren de lunes a sábado de 12 a 24h, y domingos hasta las 16h. Con la cocina abierta ininterrumpidamente. Por eso, además del restaurante, se anuncian como gastrobar, donde se come o bebe de manera informal a cualquier hora.
La terraza, mirando hacia el jardín tropical, con las plantas a pocos metros, es un magnífico lugar para las copas. Tras la barra tienen un enorme y atractivo surtido de botellas, con multitud de variedades y marcas para los más exigentes.
En la carta cuentas 18 marcas de ginebras y seis tipos de mojitos. No faltan los cócteles tradicionales, como la Caipirinha, Cosmopolitan, Dry Martini, Margarita, Piña Colada o Daiquiri. Y por supuesto, combinados de whisky, ron, vodka y demás.
Atención al aparcamiento
Dada su buena ubicación, lo mejor es llegar al restaurante Samarkanda andando. Desde el Retiro, desde el Paseo del Prado, desde el Reina Sofía. Y si es necesario, en transporte público. Porque además de la estación de cercanías y de AVE, está la de Metro Atocha y varios autobuses.
Pero si vas en coche, cuidado con el aparcamiento. Si te descuidas te gastas en aparcar más que en la comida. Y es que cuando bajas a la estación con el coche te encuentras con un primer aparcamiento con unas tarifas de escándalo. Unos doce euros por dos horas, más o menos, el sábado que estuvimos.
Sin embargo, el Samarkanda ofrece aparcamiento gratuito. Para llegar a él, cuando bajes la rampa, antes de entrar en el primer parking, gira todo a la derecha. Si sigues las indicaciones, llegarás hasta el aparcamiento del restaurante, donde los clientes no pagan.
Samarkanda tiene bastante fama, así que conviene reservar. Para ello, te recomiendo entrar en la web del restaurante.
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